A las 12:05 le escribí a Isabel
que estaba saliendo del edificio e inmediatamente como un acto litúrgico
silencié el teléfono, lo guardé en una cartucherita, la metí bien al fondo de
mi bolso y salí. Cuando iba a mitad de calle vi que había pan y como seis
personas en la cola (un milagro en estos días), compré el pan y no le avisé a
mi mamá que había pan por miedo a sacar el celular.
Llegué a la parada y había unas tres
personas, pasaban los minutos y las camionetas llenas, me di cuenta de que
estaba alejada de la gente (eso no es buena idea en Caracas) y me acerqué a una
señora y como para buscarle conversación le pregunté por qué estarían las
camionetas tan llenas. Creo que el metro no está trabajando me dijo. Ya
teníamos unos veinte minutos ahí. Le dije que una opción era caminar hasta la
otra parada pero las dos pensábamos que el sol estaba muy fuerte y por dentro
que era peligroso. En eso siento que me abrazan por la espalda y me hablan al
oído (en un instante supe que era un atraco porque todos aquellos que pudieran
abrazarme para jugarme una broma así viven fuera de Venezuela- sí, eso es
bastante triste). “Quédate quietica y dame el teléfono o te meto un tiro” me
dijo y yo voltee y vi su pistola. Le dije en voz alta (la más alta que puedo
yo) “¿Qué te pasa a ti, chico?, esa mierda es de juguete. (sí, dije mierda,
porque en El Valle no decimos pupú cuando
nos dirigimos a malandros) ¡Suéltame! (y me iba soltando) ¡Suéltame! ¡Auxilio!
¡Auxilio! Y con la pistola de juguete me pegó en la cabeza y se fue corriendo.
Me dio una arrechera. Era un
carajito, un carajito nacido en Revolución que no tenía ni 15 años y tenía un
pantalón negro más nuevo que el mío y una franela blanca blanquita bien
planchada. La señora a mi lado estaba como en shock. La gente en la parada me
dijo que creían que era mi amigo. Esperamos 10 minutos más y nos fuimos casi colgados
del autobús. Y la gente me preguntaba si no me dolía la cabeza, como una hora
después fue que me dolió el golpe pero estoy bien, solo era una pistola de
juguete.
Hace como dos semanas le dije a
mi mamá en medio de una conversación “Es que desde que yo vivo en Caracas,
nunca… Bueno, no… Solo la policía y la guardia me han apuntado y ha sido en las
marchas y no ha sido a mí, es decir, si he visto pistolas ha sido de ellos”. ¿Por
qué un niño cualquiera de 13 años cree que puede robarse un celular a mediodía
en una parada de autobús llena de gente y con solo una pistola de juguete?
Porque puede. Al día siguiente de la noche de terror que vivimos en El Valle el
20 de abril, la policía pasó todo el día apostada a 10 metros de esa parada. No
los hemos visto más.