Y es aquí donde publicaré lo que se me ocurra escribir...

martes, 4 de junio de 2019

Un año

Hace un año pasé una de las experiencias más difíciles como profesora y como madre. Era el día de un examen muy importante y no pude caminar. No pude llegar, simplemente las piernas no me respondieron más. Me llevaron a emergencias y pasé un día ahí y salí sin diagnóstico. Uno de los doctores apuntó hacia una enfermedad autoinmune. Nadie creyó.

Días antes había tenido dolores de las piernas, de la cintura, de todo el cuerpo, que un médico general tomó a la ligera, creyó que era anemia (y no era). Había pasado semanas muy duras de escasez de transporte, de comida y de agua en Caracas. Caminaba mucho y con peso. Yo pensaba que solo estaba cansada. Mi jefa y compañeros creían que era estrés, ansiedad.

Pasamos por descartar trombosis, cálculos renales y biliares, mioscitis y nada. Ese día 4 de junio, el día en que las piernas no me respondieron más y estaba exhausta de tener unos 5 días con dolores agudos, un internista que me vio dijo “autoinmune” por una serie de debilidades que observaba. Había dormido poco y mal. Mi internista de varios años lo desestimó y me envió a rayos X y al traumatólogo. 

Los primeros días apenas podía mantenerme en pie y no me desplazaba. Pasé un mes sin poder caminar sin ayuda. Necesitaba ayuda hasta para vestirme. Mi nena tenía 4 años. Aún necesitaba mucho de mamá. Por suerte, tenía mucho papá, un gran papá. Durante de ese mes mi mamá, mi sobrino y E. trataron de hacer todo para suplir mi ausencia y fueron excelentes en eso. Vivir en Caracas exigía una logística tremenda. Además, y gracias a Dios, recibí el apoyo económico de familiares y amigos para sobrevivir esos días. También me quedé sin trabajo por haber faltado al examen. 

El traumatólogo me ayudó con el dolor a punta de buenos analgésicos pero no dimos con la causa. Traté de verme con mi traumatólogo de la adolescencia y simplemente no había transporte hasta donde trabajaba. Traté de verme en el Ortopédico Infantil y ahí me pidieron una cantidad de exámenes que representaba más de nueve veces el dinero que percibía mensualmente. Ni siquiera en dólares podía pagarlo.

Así la carencia nos hizo venir hasta Lima. Aquí tampoco he podido costear todos mis estudios médicos. Seguimos sin diagnóstico claro. Los médicos de aquí siguen apostando por alguna autoinmune. Muy a pesar de todo eso, en Lima sin problemas graves de transporte, sin largas colas y con familiares amorosos (especialmente ¡Mi hermanita!) el dolor es mucho más sobrellevable. Ah, además creo que al haber mejorado la alimentación me siento mejor. 

Miss Bere, mi hermanita.

Tal día como hoy hace un año me quedé sin mi trabajo más querido: ser profesora de la UCV. Fueron 10 años hermosos. Perdí eso y perdí también la certeza de ser la supermamá de mi nena. Ese fue el golpe más duro. Rendirme. Rendirme al hecho de que no podía seguir manteniendo a mi nena en una burbuja que el Venezueling diario apenas rozara. Estuve muchos días presente pero ausente por el dolor y verla seguir cada día me hacía pensar dos cosas: tenía que poder volver a caminar para disfrutarla más y tenía que enseñarle que puede vivir sin mí. Creo ahora que, por cruel que suene, los padres no tenemos otra misión que enseñar a nuestros hijos a vivir sin necesitarnos.