Y es aquí donde publicaré lo que se me ocurra escribir...

domingo, 28 de febrero de 2016

Venezuela del siglo XXI en un día


Desde que nació mi bebé le tengo más miedo a Caracas. Le tengo miedo a salir sola con la bebé, lo evito lo más que puedo. Lo que más hago es ir de la casa al punto de encuentro con alguien más. Ya ella tiene dos años y camina bastante pero me da miedo. Me da miedo que algo me pase, que algo le pase a ella o que algo nos pase a las dos. Y eso fue lo que pasó el día que más valiente me sentí. El día en que he vivido la dosis más grande de Venezuela del siglo XXI que haya vivido antes.

Todo empezó el jueves en la noche cuando vi en Twitter que llegó Stalevo a algunas farmacias de Locatel. Como ya ustedes saben, E. y su familia buscamos Stalevo como locos porque es una medicina que toma su mamá dos veces al día y que no puede dejar de tomarla. Ese día pedí a mis amigos de Facebook que nos compraran cuanto pudieran. Gracias a Dios, varios amigos y familiares atendieron al llamado y nos compraron.  El viernes en la mañana E. salió temprano a buscar Stalevo. Dio varias vueltas, yo seguía desde la casa por el celular todo lo que nuestra familia y amigos hacía. Vi que había Stalevo en la Av. Victoria y decidí que había que llegar cuánto antes y me fui sola con la bebé. Claro, le dije a E que me esperara allá y así fue. Lo malo empezó cuando en la esquina de la casa vi cómo un hombre le vendía a otro un arma mostrándosela y diciéndole que estaba buena y que solo había echao dos tiros. Cargué a mi bebé y me fui rápido a la parada. Decidí tomar dos autobuses en vez de uno porque según yo en el Bus Caracas no roban o roban menos.

En el Locatel me dijeron que no había. No sé si era cierto o no. A E. tampoco le vendieron. Qué mal. Mi nena puso cara triste cuando le dijimos que no había el remedio de su abuela. Nos comimos algo allí porque ella tenía hambre. E. tenía que ir a trabajar. Pensé que lo mejor era regresar con mi hermano que debía estar en la uni. Lo llamé y me dijo que había ido por un fuerte dolor a SaludChacao. Eso me descolocó y me guardé el celular en el bolsillo. Decidí irme sola aunque ni E. ni yo queríamos.  

Me subí en la camioneta con cartera, bolso y niñita en la Av. Nueva Granada. Solo a mí se me ocurre. Un viernes de quincena… con el celular en el bolsillo. Me senté. Y lo siguiente fue un cuchillo muy cerca de mi cachete y un viejo en evidente complicidad con otro que me dijo “Dame el celular blanco que te metiste en ese bolsillo”. No se pueden imaginar todo lo que siente uno o lo que piensa uno pero, sin pausa, le dije: ¡No! Lo miré y le dije: ¡No! Y cargué a mi bebé y me fui para atrás en la camioneta. Me iba a lanzar, no sé, y un muchacho me dijo que no me iba a dejar robar y la gente, en su mayoría mujeres, empezaron a gritar y empujar a los dos hombres y los lanzaron de la camioneta en movimiento. Le gritaron a los policías: ¡Un choro! ¡Un choro! ¡Un choro! ¡Iba a robar la camioneta! Y ellos respondieron con la mano que no e hicieron gestos de qué me importa. La gente del autobús siguió alborotada. Una señora dijo ¡Después los matan y dicen ay, pobrecito el policía!! ¡No joda! (Y unas cuantas maldiciones). Me preguntaban una y otra vez si me había quitado el teléfono o algo y yo decía que no. Y la bebé lloraba y decía ¡Mucho ruido! ¡Mucho ruido! Temblé hasta que me bajé de la camioneta. En la esquina quise abrazar al vendedor de cidís, que es bachaquero también (vende productos regulados a sobreprecio). Quise abrazarlo no porque le tuviera cariño sino porque era una cara conocida. Caminé.

En la panadería la bebé quiso pan y gracias a Dios había, porque ahora hay pan solo dos veces al día. El pan subió un 50 por ciento sin más ni más. Lo compré porque me alcanzaba con lo que E. me acaba de dar. En la entrada del edificio fue que me atreví a sacar mi celular blanco, que me trajeron de Perú y que con tanto esfuerzo pagué. Ese que yo sé que ahora no me puedo comprar. Le avisé a E., a mi hermano, a mis amigos. Ya en ese momento tenía rabia y nervios. Casi abrazo a la conserje cuando la vi. Le conté y me dijo que ella evita siempre esa avenida por eso. Me quedé con ella en la entrada del edificio esperando a mi mamá porque tenía miedo de estar sola en el apartamento. Y de paso mi mamá venía de la misma avenida. Llegó una vecina, preguntó por el agua, que nos racionan a 3 horas diarias desde agosto pero que no vemos desde hacía dos días. La conserje respondió: a según, la mandan el domingo. A lo que la vecina respondió: o sea, pal lunes… Esto implica salir a comer el fin de semana. ¿Con qué dinero si a los profesores universitarios no nos han pagado el sueldo? ¿por qué salir si tengo miedo? No en vano es Caracas la ciudad más peligrosa de América y creo que del mundo (E. dice que de la galaxia).  



miércoles, 17 de febrero de 2016

Frida Kahlo

Yo: Buenas noches  ¿Tiene Stalevo?
Empleada de Locatel con cara de recibir poco amor: No
Yo: ¿Glucofage de 1?
Empleada de Locatel con cara de recibir poco amor: No
Yo: ¿Euglucon?
Empleada de Locatel con cara de recibir poco amor: No
Yo: ¿Euthyrox?
Empleada de Locatel con cara de recibir poco amor: No
Yo: ¿Neurontin?
Empleada de Locatel con cara de recibir poco amor: No
Yo: ¿Aprovel?
Empleada de Locatel con cara de recibir poco amor: No
Yo: ¿Y Coaprovel?
Empleada de Locatel con cara de recibir poco amor: No
            No pestañó, no se rio, no cambió la cara para nada. No la juzgué. Me imaginé que pasa todo el día consultando en la computadora medicinas que hace mucho no llegan. Pensé que su trabajo ahora debe ser triste. De todos modos, me pareció sospechosa su actitud inmutable. Así que paseé cada pasillo sin ver nada atractivo, tomé mis dos pastas dentales de rigor. En Venezuela, está escaseando la pasta dental y nos permiten comprar dos cada semana, lo que para una familia como la mía es mucho pero uno compra porque dicen que no habrá más.
Entonces me paré en la cola más corta, me cercioré de que todos en todas las colas llevaban dos pastas dentales además de alguna cosita. Locatel es una “farmacia” de esas que venden de todo y es grande como un supermercado. Bueno, decir de todo ahora en Venezuela es decir pocas cosas. Me quedé mirando a las empleadas de la farmacia. Todas se ven similares, jóvenes, medio gorditas, de rulitos y con cara de cansancio y malas pulgas. Todas menos una. Hay una, que ya me había llamado la atención antes, que es blaaaaanca y se ve mayor que las demás, se ve que pasa los cincuenta y tenía cara de alegría o de al menos cierto entusiasmo…
Delante de mí en la cola una mujer le dice al marido que a ella no le alcanza el efectivo. Le explica a la cajera que las Euthyrox son para ella pero que el marido, que está en la cola de al lado, es el que va a pasar la tarjeta… Se me pusieron los ojos como a Tom, el de Tom y Jerry. Y la cajera mostrando la gloriosa cajita le dijo: ”Yo se la paso con lo de él”. A lo que la mujer respondió que el marido también estaba llevando y que permiten una sola cajita por persona y la cajera dijo: “Eso no importa, yo hago una sola factura” Pensé ¡Qué bolas! El sistema permite dos. Mientras lo pensaba me acerqué al mostrador de la farmacia y llamé con el dedo a la señora de cara contenta y



Yo: Ay, señora, ¿No le quedará por ahí Euthyrox?
Señora contenta: Sí, claro, de 100 mg. ¿Quiere dos?
Yo: Sí, por favor.
Señora contenta: Mire qué bonitos sus zarcillos… ¿Cómo es que se llama ella? ¿Frida? ¿Frida Caro?
Yo: Ah… sí… claro… Frida, Frida Kahlo….
Señora contenta: ¿Algo más?
Yo: Bueno… Euglucón… Stalevo… Aprovel…
Señora: No, nada… Coaprovel es que llegó un poquito.
Yo: ¡Coaprovel!! ¡Ese! Ese es el que estoy buscando pero como hace tanto que no se consigue pido Aprovel, que sirve de algo…
Señora contenta: le voy a dar una sola cajita porque quedan dos nada más. Se las pongo en la caja 6. Siguiente.
Yo la quería abrazar. Quería brincar de la alegría. Entonces recordé que ahora no solo buscamos Coaprovel para la tía de E. sino que buscamos Aprovel para la abuela de mi comadre. A ambas las quiero mucho… ¿Cómo hago con una sola cajita? Así que regresé al mostrador y le dije a la señora contenta la verdad. Que una tía en la Candelaria y mi abuela en Margarita toman la misma medicina, le pregunto que si yendo mañana tempranito encontraré esa cajita, y ella me preguntó que dónde había comprado esos zarcillos y yo le dije la verdad que me los regaló una amiga en mi cumpleaños y ella me dijo que a su hija que está en la universidad le gusta mucho esa mujer, que en una fiesta se disfrazó de ella, y sonreí y me dijo “Voy a hacer la excepción y te voy a dar la otra cajita” Y quise, otra vez, abrazarla. Y le agradecí.
Y ese fue el día en que Frida Kahlo me ayudó a conseguir Euthyrox y Coaprovel.