Hay cosas que nunca pensé
cuestionarme. Yo he sido pobre siempre, miserable pocas veces. La educación en
mi familia (la de mis abuelos) siempre fue tema de conversación. Mi abuelo
siempre decía que la única herencia que nos dejaría a todos era la educación —bastante
dinero que invirtió en ello—. Así fue. Mi madre casi con las uñas nos dio a mis
hermanos y a mí educación de calidad. Y eso, en América Latina, se traduce en
pagar educación privada. Algunas veces tuvimos que estudiar en escuelas
públicas o semiprivadas y la experiencia fue muy mala. De modo que ahora que E
y yo, profesionales los dos, tuvimos una hija, era obvio para mí que estudiaría
en una escuela privada.
Pero ahí estaba yo ayer camino
a realizar la inscripción de mi hija en la escuela que más nos gustó y que a
ella le gusta también, DUDANDO. Mientras me tomaba el café antes de salir le
decía a mi mamá que las listas de útiles no bajan de 200 mil bolívares y que si
acaso hay bono de lista escolar en mi trabajo, este no llegaba ni a 50 mil.
Entonces, en mi camino del edificio a la parada, luego de agradecer a Dios por
el bello cielo caraqueño, me pregunté y le pregunté a Dios si no estaría siendo
muy loca, muy soberbia al querer inscribir a mi hija en una escuela privada
cuando muchas veces a duras penas nos alcanza para medio comer. Pensaba en que
si la mensualidad era mucho ahorita, con los meses, será mucho más...
De pronto, en el portón de la
escuela pública que queda en la bajada veo que hay un cartel grande, que con
bella y tradicional letra de maestra decía: “A fallecido nuestra compañera de labores: Sra. Carmen
Quintana (La Negra.)”.
Que en paz descanse la sra. Carmen |
Así, sin el menor cuidado de
usar con hache la tercera persona del verbo haber;
así, con los dos puntos de más y el punto de menos; así, con las mayúsculas
puestas donde les dio la gana. Yo entiendo que el dolor de la muerte nos haga
menos visibles las faltas ortográficas, yo misma escribí descanza en lugar de descansa
en mi Facebook el día que mi abuelo
murió. Puedo entenderlo, pero en la puerta principal de una escuela primaria es
para mí inadmisible. Es un asunto de contextos, de entender cuál es tu trabajo.
Yo no sé cuándo se perdió la idea de que los niños van a la escuela pública a
aprender a leer y escribir de manera formal. Eso yo no lo acepto. No quiero
aceptar que le enseñen a mi hija su mala ortografía.
Tampoco quiero que le enseñen
a mi hija a usar apodos en la escuela. Los apodos para mí pertenecen a otros
contextos que no son la escuela, el deporte es un uno. Hoy la noticia en
Venezuela es que, promovidos por Oswaldo Rivero alias Cabeza e Mango, un grupo de
chavistas entraron a hacer destrozos a la sede de la Asamblea Nacional, el
parlamento venezolano, y con la anuencia de la Guardia Nacional golpearon a
diputados y periodistas. Yo no quiero
que mi hija trate a la señora de la escuela como La Negra sino como señora
Carmen. Y de la misma manera no quiero que siga las órdenes de ningún Cabeza e Mango,
porque, como diría mi abuelo, así se llaman entre delincuentes.
De tal manera que como E y yo
tenemos las mismas ideas respecto a la educación de nuestra hija, trabajaremos
más, pediremos milagros, recortaremos aquí y allá y pagaremos la educación
privada de nuestra hija, que en septiembre empieza el primer nivel de preescolar…
tanto como podamos.